martes, 23 de abril de 2024

¿MODERACIÓN?


Cuando uno escucha gente que dice “hay ser moderado, pues todos los extremos son malos”, no sé si puedo estar de acuerdo con eso. El extremo del mal es el bien. ¿Tengo que ser moderado en hacer el bien? ¿No debo ser ni tan bueno ni tan malo sino mediocre? Como Cristo dice que más vale seas frío o caliente porque al tibio lo vomitaré de mi boca, no me parece que tengamos que estar en el medio del bien o del mal. Yo creo que en ciertas cosas no hay que ser moderado. La caridad no admite moderación y uno puede ser caritativo hasta el extremo. Y aclaro, tener caridad no es sinónimo de ser tonto. Si yo sé y tengo certeza de que el pobre va a usar mi dinero para comprar drogas, no es ningún acto de caridad darle dinero. En todo caso debo comprarle comida, pero no darle plata. En definitiva, lo que quiero decir es que tenemos que tener cuidado con repetir expresiones como “tolerancia, moderación, o igualdad”. No siempre estos términos tienen una connotación cristiana (aunque no niego que podrían tenerla dependiéndo del contexto en el cual uno las use).

Los medievales, antes de empezar sus discusiones definían los términos que iban a usar para estar seguros que todos estaban en la misma página y así se evitaban malos entendidos. Lo mismo debemos hacer nosotros. Cuando alguien nos habla de “ser moderados o tolerantes” hay que preguntarle que es lo que entiende esa persona por “tolerancia y moderación”, ya que los comunistas no tienen el mismo concepto de tolerancia y moderación que el que tienen los cristianos. Además, un cristiano no puede ser tolerante en temas como el aborto (por dar un ejemplo de tantos). Un cristiano puede rezar por la conversion de la persona abortista, pero debe odiar y combatir el crímen del aborto sin titubeos ni correcciones políticas, ya que el aborto no puede tener justificación en ningún caso. Y cuando alguien diga “todos los extremos son malos” hay que preguntarle a cuales extremos se refiere, ya que una cosa son los extremos ideológicos y otra cosa muy diferente son los extremos como bien-mal; amor-odio; debilidad-fortaleza; ignorancia-sabiduría. No hay que confundir la pata con la cola, ni buscarle la quinta pata al gato.

Muchas bendiciones para cada uno de ustedes.

Padre Tomas A. Beroch

lunes, 22 de abril de 2024

CATOLICISMO Y PATRIOTISMO – Por el Cardenal Isidro Gomá y Tomás


   Empezamos por definir los términos. Catolicismo y Patriotismo son dos palabras que expresan la proyección social de dos grandes conceptos: Dios y Patria. Para nosotros, Dios es el Dios Trino y Uno que confesamos en el Credo; y es, en su manifestación temporal y humana, el Enviado del Padre, su Hijo Jesucristo, Fundador de la religión católica, con su doctrina, su ley, su culto y su organización social. Y la Patria es la tierra de nuestros padres, terra patrum, con su territorio, sus instituciones y su historia, con su vida específica que la distingue de todos los pueblos, con los hermanos que son, fueron y serán, y que hace su camino a lo largo de los siglos.

   Catolicismo es, pues, sinónimo de religión católica, no sólo en cuanto es un sistema religioso peculiar de una institución fundada por el Hijo de Dios, la Iglesia católica; sino en cuanto es la profesión de la doctrina, la práctica de la ley y el ejercicio del culto que la Iglesia católica impone a sus adeptos. Y Patriotismo es el complejo de las virtudes que se condensan en el amor y servicio de la Patria.

   La filosofía y el sentido popular de todos los pueblos civilizados unieron siempre en lazo sagrado los nombres de Dios y Patria. Sólo los sin-Dios y sin- Patria han podido romperlo. La razón es profunda y simple, como todos los grandes hechos de orden universal. Dios es el Autor del hombre, su Hacedor. Sin Dios no hay hombre. Desde el momento en que el hombre tiene conciencia de sí, habrá de reconocer el lazo profundo que le une al Ser que le dió la vida. Es la relación de la obra con su autor, con los vínculos de amor, de dependencia, de servicio que exige la creación en un ser moral, y que vienen comprendidos en la palabra santa de “religión”, expresión de la “religadura” que el acto creador implica entre la criatura racional y su Criador.

   Pero Dios no nos ha manifestado directamente su pensamiento y su voluntad con respecto a nosotros. Somos, por exigencia de nuestra naturaleza, seres enseñados y educados. Ni ha querido darnos personalmente la totalidad del ser y la perfección del ser. Somos hijos de nuestros padres, en nuestro ser orgánico y en nuestra educación. Y somos hijos de la Patria, que no es más que una prolongación y una ampliación del hogar paterno, donde recibimos la plenitud de nuestra vida natural. Ser social como es el hombre por naturaleza, aparece en el seno de una sociedad determinada que es su Patria, que labra la nueva vida en colaboración con Dios y con los padres, con todos los recursos de una pedagogía más o menos perfecta según sea su civilización.

   Así el hombre, por exigencia de su misma naturaleza, está atado con triple vínculo: a Dios, a sus padres y a la Patria; y este triple vínculo, que es de criatura racional y por lo mismo de pensamiento y de voluntad, implica una triple religión o “religadura”, con su expresión que es el “culto” o servicio, de pensamiento, de libertad, de acción: el que debemos a Dios, que es propiamente la religión, función sagrada que tiene por objeto al Dios santísimo; el culto a los padres, que se dice por analogía del que debemos a Dios, y que se traduce en los servicios de amor y obediencia reverente; y el culto de la Patria, con sus exigencias de amor y servicio, hasta de la vida en ciertos casos.

   Dios, los padres, la Patria. Son tres paternidades a cuyas influencias ningún hombre se sustrae. Dios Padre, “de quien viene toda paternidad en los cielos y en la tierra” (Eph. 3-15); nuestros padres según la carne, que nos engendran y educan dentro de ciertos límites; y la Patria, que recibe la obra de Dios y de los padres al nacer un nuevo ciudadano y en cuyo seno, prolongación del de la familia, como ésta, es prolongación espiritual del útero materno en frase de Santo Tomás, el hombre logrará la plenitud de su desarrollo: fuerza, amplitud y trascendencia para su pensamiento; energía y eficacia para su voluntad, formación de su sentido estético, satisfacción plena de las necesidades materiales, el goce, en fin, de la vida perfecta en el orden natural, que es el fin de la sociedad para los hombres que la integran.

   A la luz de estas sencillas reflexiones aparece claro el sentido de estas palabras: Catolicismo y Patriotismo. Prescindiendo, para nuestro objeto, del pequeño coto de la familia, “seminario” de la sociedad, sagrado reducto de las virtudes domésticas que dan su fuerza íntima al hombre y que tienen su expansión en la vida social, queda la doble paternidad, de Dios y Patria: Dios, que reclama para sí toda la actividad de la vida humana, como último fin que es de ella; y la Patria, que exige, salvando la dignidad de la persona humana y las exigencias de otras instituciones, todo el servicio que puedan prestarla los ciudadanos para la formación de esta obra maravillosa, la sociedad humana, la más excelsa de las manos de Dios en el orden natural.

   Catolicismo, que es nuestra Religión. Hijos del Padre Jesús y de la Madre Iglesia, que salió de su costado abierto por la lanza en la Cruz, nos llamamos “cristianos”, de Cristo nuestro Padre, y “católicos”, porque es católica nuestra Madre la Iglesia; y nuestra profesión religiosa, esta ligadura que nos ata al Soberano Señor de Cielos y tierra, es la religión católica o Catolicismo. Religión sobrenatural, porque Dios, por Jesucristo, ha querido darnos una participación de su misma naturaleza (Divinae consortes naturae, 2 Petr. 1-4.) y, por último destino, la visión de su propia esencia en un cielo eterno. Y Patriotismo, el culto de la Patria de la tierra, que reclama el abnegado esfuerzo de todos para su grandeza, ayudándonos ella en cambio al logro de nuestros destinos temporales y eternos.

   Así Catolicismo y Patriotismo representan para nosotros a un tiempo los factores máximos de nuestra grandeza y el doble altar en que ofrezcamos los mayores sacrificios. Lo primero, porque todo en el hombre tiene su aspecto social, en orden a la Patria de la tierra y a la del cielo. Lo segundo, porque los sacrificios responden al favor de nuestros bienhechores, y no hay otro superior al que nos hace Dios al hacernos hijos suyos, y el que le sigue en orden, que es el que nos hace la Patria al acabar en nosotros, en el orden natural, la obra de Dios y de nuestros padres.

   Ya veis, amados diocesanos, cómo el doble concepto de Dios y Patria, que tiene su expresión social en el Catolicismo y Patriotismo, están profundamente vinculados, en el orden objetivo y en el de nuestros afectos; y que difícilmente puede sufrir quebranto uno de los dos amores sin que de rechazo sufra el otro, en el tesoro de nuestros sentimientos o en su manifestación externa y social.

“CATOLICIMOS Y PATRIOTISMO”

Editorial Difusión (Bs. As. Arg.) Año 1940

sábado, 20 de abril de 2024

NOVENA A SAN JOSÉ OBRERO


 NOVENA A SAN JOSÉ OBRERO 

22 - 30 de abril

Oh Glorioso San José, modelo de todos los que se dedican al trabajo, obténme la gracia de trabajar a conciencia, poniendo el llamado del deber por encima de mis inclinaciones naturales; trabajar con gratitud y alegría, en espíritu de penitencia por la remisión de mis pecados, considerando un honor desarrollar mediante el trabajo los dones recibidos de Dios; trabajar con orden, paz, moderación y paciencia, sin retroceder jamás ante el cansancio y las dificultades; trabajar sobre todo con pureza de intención y desapego de uno mismo, teniendo siempre la muerte ante mis ojos y la cuenta que debo rendir del tiempo perdido, de los talentos desperdiciados, del bien omitido, de la vana complacencia en el éxito, tan fatal para la obra de Dios. .

Todo por Jesús, por María, todo según tu ejemplo, oh Patriarca San José. Ésa será mi consigna en la vida y en la muerte. Amén.

Papa San Pío X

viernes, 19 de abril de 2024

EL LUGAR DE ORACIÓN


 El lugar de oración no debe ser agradable y deleitoso para los sentidos (algunas personas buscan ese tipo de lugar), no sea que el resultado sea la recreación de los sentidos y no el recogimiento del espíritu.

Máxima espiritual 230

San Juan de la Cruz 

jueves, 18 de abril de 2024

PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO


Los seis pecados contra el Espíritu Santo son:

 1. Desesperación.

 2. Presunción 

 3. Resistir la verdad conocida.

 4. Envidia del bien espiritual de otro.

 5. Obstinación en el pecado.

 6. Impenitencia final.


1º. La desesperación.

Entendida en todo su rigor teológico, o sea, no como simple desaliento ante las dificultades que presenta la práctica de la virtud y la perseverancia en el estado de gracia, sino como obstinada persuasión de la imposibilidad de conseguir de Dios el perdón de los pecados y la salvación eterna. Fue el pecado del traidor Judas, que se ahorcó desesperado, rechazando con ello la infinita misericordia de Dios, que le hubiera perdonado su pecado si se hubiera arrepentido de él.

2º. La presunción.

Que es el pecado contrario al anterior y se opone por exceso a la esperanza teológica. Consiste en una temeraria y excesiva confianza en la misericordia de Dios, en virtud de la cual se espera conseguir la salvación sin necesidad de arrepentirse de los pecados y se continúa cometiéndolos tranquilamente sin ningún temor a los castigos de Dios. De esta forma se desprecia la justicia divina, cuyo temor retraería del pecado.

3º. La impugnación de la verdad.

Conocida, no por simple vanidad o deseo de eludir las obligaciones que impone, sino por deliberada malicia, que ataca los dogmas de la fe suficientemente conocidos, con la satánica finalidad de presentar la religión cristiana como falsa o dudosa. De esta forma se desprecia el don de la fe, ofrecido misericordiosamente por el Espíritu Santo, y se peca directamente contra la misma luz divina.

4º. La envidia del provecho espiritual del prójimo.

Es uno de los pecados más satánicos que se pueden cometer, porque con él «no sólo se tiene envidia y tristeza del bien del hermano, sino de la gracia de Dios, que crece en el mundo» (Santo Tomás). Entristecerse de la santificación del prójimo es un pecado directo contra el Espíritu Santo, que concede benignamente los dones interiores de la gracia para la remisión de los pecados y santificación de las almas. Es el pecado de Satanás, a quien duele la virtud y santidad de los justos.

5º. La obstinación en el pecado.

Rechazando las inspiraciones interiores de la gracia y los sanos consejos de las personas sensatas y cristianas, no tanto para entregarse con más tranquilidad a toda clase de pecados cuanto por refinada malicia y rebelión contra Dios. Es el pecado de aquellos fariseos a quienes San Esteban calificaba de «duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo» (Act. 7,51).

6º. La impenitencia deliberada.

Por la que se toma la determinación de no arrepentirse jamás de los pecados y de resistir cualquier inspiración de la gracia que pudiera impulsar al arrepentimiento. Es el más horrendo de los pecados contra el Espíritu Santo, ya que se cierra voluntariamente y para siempre las puertas de la gracia. «Si a la hora de la muerte –decía un infeliz apóstata– pido un sacerdote para confesarme, no me lo traigáis: es que estaré delirando».

¿Son absolutamente irremisibles?

En el Evangelio se nos dice que el pecado contra el Espíritu Santo «no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero» (Mt. 12,32). Pero hay que interpretar rectamente estas palabras. No hay ni puede haber un pecado tan grave que no pueda ser perdonado por la misericordia infinita de Dios, si el pecador se arrepiente debidamente de él en este mundo.

Pero, como precisamente el que peca contra el Espíritu Santo rechaza la gracia de Dios y se obstina voluntariamente en su maldad, es imposible que, mientras permanezca en esas disposiciones, se le perdone su pecado.

Lo cual no quiere decir que Dios le haya abandonado definitivamente y esté decidido a no perdonarle aunque se arrepienta, sino que de hecho el pecador NO QUERRÁ ARREPENTIRSE Y MORIRÁ OBSTINADO EN SU PECADO.

La conversión y vuelta a Dios de uno de estos hombres satánicos no es absolutamente imposible, pero sería en el orden sobrenatural un milagro tan grande como en el orden natural la resurrección de un muerto.

Fray Antonio Royo Marín

viernes, 12 de abril de 2024

ES ELLA QUIEN, UNA VEZ MÁS, SALDRÁ VICTORIOSA DE LA HEREJÍA


"Nuestro combate contra el modernismo, incluso si se sostiene con la oración como debe ser, incluso si emplean las armas adecuadas, sigue siendo desigual al mal que hay que resistir. Esta vez la apostasía ha perfeccionado sus métodos demasiado bien como para ser vencida sin un milagro. Entonces no dejemos de implorar este milagro del Corazón Inmaculado de Nuestra Señora. Sigamos luchando con todas nuestras fuerzas como servidores inútiles, recurriendo más que nunca a la intercesión todopoderosa de María, siempre Virgen y Madre de Dios, porque es ella quien, una vez más, saldrá victoriosa de la herejía".


 (P. Roger-Thomas Calmel, O.P .. [1914-1975], El Ángelus, mayo-junio de 2014.)